En dos ocasiones, Kimi Raikkonen usó el casco en color negro, adornado por tres tiras en rojo, azul y amarillo como un nombre que resaltaba sobre aquellos colores: James Hunt. El piloto ideal para competir en la difícil Fórmula 1 de los 70, rápido, intrépido, viviendo cada día como si fuera el último. “Había mucho riesgo en aquellos días, así que la gente vivía de forma diferente porque probablemente esperaban que las cosas fueran mal. Parecía diferente, más divertido, no solo para los pilotos, sino para todo el mundo, todo era más relajado y más abierto”, afirmó Kimi que en muchas ocasiones expresó su admiración por James.
Hunt es eternamente recordado por su rivalidad con Niki Lauda, por su título en la temporada de 1976 y, sobre todo, por la película ‘Rush’, la cual revive los dramas de una vida al límite, entre la irreverencia, los excesos, el alcohol y las mujeres. La velocidad en la pista, era el reflejo de su vida lejos de ella.
Con 18 años, Hunt empezó a correr en un Mini y descubrió que ‘por primera vez haría ago bien su vida’. Lord Hesketh le ayudó en su llegada en la Fórmula 1 al comprar un equipo en 1974, dando muy pronto el salto de Fórmula 3 a la máxima categoría. En 1975, el inglés ganó su primera carrera y en 1976, llegó a un equipo que contrastaba con su modo de vida: McLaren.
La adrenalina y su gen competitivo le guiaban tanto como la testosterona. “Sí, es cierto que a veces devolvía antes de las carreras”, recordaría el propio Hunt tras retirarse, “pero no porque tuviera miedo del riesgo que iba a correr como la gente sugería, sino por el miedo a fracasar, a no rendir en la carrera”. La mágica temporada del 76, encumbró a un piloto que no tenía miedo de ir a 240 km/h en una recta o tomar una curva a 150, capaz de sacar lo mejor de monoplazas poco competitivos.
A diferencia de su rival, Niki Lauda, y todos los pilotos actuales, James nunca fue un piloto disciplinado. “Nunca fui un trabajador, nunca me involucré mucho cuando estaba fuera del coche, sólo cuando entraba dentro de uno y comenzaba a conducirlo…”.
Dejó pronto la F1, en 1979, sin embargo, los excesos lo absorbieron y se convirtió en un personaje que contrastaba con sus miedos. “James era un hombre muy tímido e inseguro” asegura su segunda esposa, Sarah Hunt, “y la arrogancia era una forma de camuflarlo”, diagnóstico que también confirmaba Sue, la madre del piloto. En torno a Hunt crecieron los champiñones de una corte que desapareció tan pronto dejó la Fórmula 1.
De entre sus excentricidades, destaca su adicción por el sexo, reflejado en un parche que adornó su uniforme en sus primeros años como piloto: ‘Sex, breakfast of Champions’. Tan era así que llegó a apostar con el campeón británico de motociclismo Barry Sheen para ver quien conseguía acostarse con el mayor número de azafatas de British Airways.
La vida de James fue tan rápida como su carrera. Tras su retiro se convirtió en comentarista, se alejó de las adicciones y cuando estaba listo para sentar cabeza y casarse una vez más, murió de un infarto a los 45.
Hunt no fue el piloto más listo, pero fue uno de los cuantos que supo llevar la F1 al máximo y disfrutar de la velocidad en un deporte que cada vez se torna más serio.