La Fórmula Uno regresa a la acción con un campeonato que estrena nuevas reglas técnicas, dando lugar a la llegada de diseños innovadores. Además, se han implementado cambios en el uso del combustible de los motores, pasando del conocido E5 al E10, compuesto por un 10 por ciento de etanol y un 90 por ciento de origen fósil.
Aunque la organización del campeonato asegura que la gasolina utilizada es similar a la disponible en las estaciones de servicio, existen diferencias notables, especialmente en cuanto a la lubricación. Este cambio marca el inicio de un camino hacia una Fórmula 1 más sostenible con el objetivo de reducir sus emisiones, aunque se reconoce que es solo un pequeño paso, ya que los niveles de contaminación aún son considerables.
El precio del combustible, suministrado por empresas como Shell o Esso, es parte de un acuerdo privado con los equipos y, según diversas fuentes, oscila entre los 6 y 7 euros por litro. En la temporada 2021, los equipos utilizaron un promedio de 90,000 litros de combustible, con un costo anual aproximado de 500,000 euros, incluyendo sesiones de entrenamiento, clasificación y carreras.
En la Fórmula Uno, el combustible ha sido históricamente un punto crítico, y la FIA controla rigurosamente los lubricantes para evitar manipulaciones en la mezcla. La medición del combustible se realiza en kilos en lugar de litros, considerando la variación de masa según la temperatura y otros factores. Los tanques de combustible de los monoplazas, valorados en 150,000 euros, están diseñados con materiales como caucho y kevlar, garantizando una resistencia estructural significativa para prevenir accidentes.
Cada monoplaza dispone de 200 litros de gasolina por Gran Premio, con un consumo de aproximadamente 110 litros durante la carrera, equivalente a un consumo medio de 25 a 30 litros por cada 100 kilómetros, dependiendo del circuito. La normativa requiere dejar una cantidad mínima de combustible en el depósito al final del Gran Premio para su análisis y prevenir posibles infracciones.