Si ser madre ya de por sí no es sencillo, apoyar que tu hijo quiera ser piloto y acompañarle, con los sacrificios que eso conlleva, complica aún más la tarea. En el Día de la Madre, compartimos historias de madres que han vivido y sufrido la pasión de las carreras.
Reyes Vázquez de Castro
Muchos la llaman la verdadera copiloto de Carlos Sainz padre, no sólo ha respetado, apoyado y acompañado a su marido en su pasión, sino que también lo ha hecho con su hijo. Como destacó el piloto de McLaren en una conversación con la revista Autoclub del Race, “ella es la verdadera heroína en todo esto”.
Reyes, que sabe lo que hay en casa, ha prohibido terminantemente que su marido y su hijo se cronometren cuando conducen el coche de rally que tienen en el campo. Las rivalidades, mejor de puertas para fuera.
Clotilde Piquet
Madre del tricampeón Nelson Piquet. Lo que algunos no saben de la leyenda es que al principio de su carrera, su padre –que fue ministro de Salud– Estácio Gonçalves Souto Maior, no estaba de acuerdo con que su hijo persiguiera el sueño de ser piloto; así que para ocultar su identidad, Nelson comenzó a correr inscrito con una versión mal escrita del apellido de su madre, algo así como ‘Piket’.
Neide Senna da Silva
De origen italiano, madre de otro tricampeón. Otra mujer que vio cómo su apellido quedaba impresionado en la historia de la Fórmula 1. Ayrton la llamaba ‘Zaza’. La leyenda decidió usar el apellido materno porque ‘Da Silva’, el de su padre, era demasiado común en Brasil. Hoy es una de las encargadas, junto a la hermana de Ayrton y a la sobrina del piloto, de mantener vivo el legado de Senna.
“Él fue siempre muy compañero mío, desde pequeño, y muy fuerte. Lo extraño mucho. Él me entendía y yo le entendía mucho, sin falta de hablar demasiado”, contaba Neide el año pasado, en el 25º aniversario del fallecimiento de su hijo, en un reportaje llamado ‘Mi Ayrton’.
Stirling Moss, el ‘campeón sin corona’, nos dejaba hace unos días. Él fue uno de los pilotos al que la pasión por el motor le venía de familia. Su padre, piloto amateur que llegó a competir en las 500 Millas de Indianápolis; pero su madre también era una gran ‘petrolhead’.
Antes de la II Guerra Mundial, en los años 30, Aileen participó en carreras de montaña al volante de un Singer Nine; también era una asidua en rallies británicos con su Morgan 3 Wheeler y en trials con un Marendaz Special 15/90 Tourer. Ganó el Ladies Experts Trials en 1935 y 1936.
El nombre completo de Moss es Stirling Craufurd Moss, aunque la propuesta de su madre era ‘bautizarle’ con el nombre escocés ‘Hamish’. A su padre le pareció horrible y finalmente le decidieron llamar Stirling, el nombre de una ciudad –también escocesa– cercana al lugar en el que había nacido su madre. Su segundo nombre viene del apellido de soltera de su madre, descendiente de una importante familia escocesa, los Craufurd.
Jeannie Stewart
La madre de Jackie Stewart se casó con Bob Stewart, un propietario de un garaje y piloto de motos amateur. Juntos tuvieron a Jimmy –el hermano mayor de Jackie–, que adquirió la pasión por el motor de su padre y se hizo piloto. Incluso participó en el Gran Premio de Gran Bretaña de Fórmula 1 de 1953 y en varias carreras de F1 no puntuables para el Campeonato.
Jeannie siempre rechazó el mundo del motor, pero el clímax llegó cuando tras tres accidentes, Jimmy dejó de correr. Su madre estuvo al borde de un ataque de nervios y desde entonces, en casa quedaron prohibidas las carreras: “Si alguien piensa diferente, se puede marchar o lo haré yo”, dejó muy claro Jeannie. Sin embargo, eso no evitó que un joven Jackie comenzara a correr de forma clandestina, con el uso de un sinónimo.
“Cuando empecé a correr, lo hice bajo un seudónimo para que ella nunca lo descubriera. Nunca aceptó que yo fuera un piloto y nunca hablamos de ello. Nunca reconoció que haya ganado un Gran Premio o un campeonato. Cuando le dije que me retiraba, mantuvo un semblante plano y simplemente me dijo ‘haces bien’, luego se rio”, cuenta Jackie en el programa ‘Scots on Speed’ de la BBC.
“Creo que mamá nunca le perdonará”, dijo Jimmy.
El rechazo de Jeannie por las carreras venía del tremendo riesgo que existía en esa época. Hablamos de los años 60 y 70, cuando morían aproximadamente cinco pilotos por temporada. En concreto, el fallecimiento de François Cevert en un accidente en las carreras, en 1973, hizo a Jackie anunciar su retirada antes de disputar su Gran Premio número 100.
Bette Hill
Esposa y madre de campeones y no sólo de Fórmula 1. Esta remera de éxito conoció a su futuro marido, el bicampeón Graham Hill, en una regata. Ella se entrenaba con el club femenino británico de remo y Graham, el único hombre poseedor de la Triple Corona del automovilismo, también era un aficionado de este deporte. De hecho, la decoración azul oscura y blanca de los cascos de Graham y de Damon es una referencia a los colores del Club de Remo de Londres.
Bette y Graham se casaron en 1955 y cinco años después tuvieron a su hijo mediano Damon, el que sería campeón del mundo de F1 en 1996. Como curiosidad, fue Bette la que corrió con los gastos de la boda, ya que Graham acababa de conseguir un trabajo fijo y todo el dinero que obtenía lo empleaba en su carrera deportiva.
Además de ser un gran apoyo para Graham durante su trayectoria, en las carreras ejercía de cronometradora y hacía tan bien su trabajo que cuando había alguna disputa sobre los tiempos oficiales, se solía recurrir a sus datos para resolverla. En el paddock era habitual verla pizarra y cronómetro en mano. También fue una de las primeras ‘espías’ del paddock: se encargaba de vigilar que hubiera igualdad y estaba atenta a posibles conspiraciones.
En 1962 fundó, junto a otras mujeres y parejas de pilotos, el Club de Mujeres de las Carreras. Tras el fallecimiento de Graham en un accidente de avioneta en 1975, siguió apoyando a su hijo Damon en las carreras. Pilotos como David Coulthard destacaron la imparcialidad con la que trabajaba Bette respecto a los cronos. En 1978 publicó un libro, que también recomendamos, llamado ‘El otro lado de Hill’.
Volviendo al accidente de su marido, el bicampeón pilotaba y transportaba a cinco miembros de su equipo cuando la avioneta se perdió en la niebla. Se estrellaron al intentar aterrizar y todos fallecieron.
Muchos destacan la fortaleza que demostró Bette tras este suceso. No sólo asistió a cinco de los seis funerales que tuvieron lugar, sino que también se vio envuelta en acciones legales emprendidas por los familiares de los compañeros fallecidos de Hill por irregularidades con la avioneta. De un instante para otro, Bette lo perdió todo menos a sus hijos.
Elisabeth Schumacher
Madre de Michael y Ralf. De ella queremos recordar su despedida. Elisabeth murió la noche del sábado del Gran Premio de San Marino de 2003. Cuando comenzó el GP, Elisabeth ya llevaba unos días ingresada en Colonia, tras sufrir una hemorragia interna grave por una caída, y se encontraba en coma artificial.
Tras los entrenamientos clasificatorios del sábado, los hermanos Schumacher, que habían conseguido los dos mejores tiempos, volaron a Alemania a visitarla. Horas antes de la carrera, cuando ya estaban de vuelta en Italia, les comunicaron el fallecimiento.
Con un brazalete negro en el brazo, tras dudas sobre si disputar la carrera, los dos hermanos compitieron en un ambiente cargado de dolor y Michael no sólo corrió sino que ganó: se hizo con su 65ª victoria, seguramente la más triste de un Káiser que por entonces era sólo pentacampeón.
“Correr fue decisión de Michael, por eso le admiro. Ha demostrado que es un hombre especial. A pesar del dolor, se sacrificó por los intereses del equipo”, destacó el entonces jefe de Ferrari, Jean Todt.
En el podio Michael recogió el trofeo visiblemente emocionado y no se agitó el champán ese día en señal de respeto. Tanto Michael como Ralf, que terminó en cuarta posición la carrera, quedaron exentos de las obligaciones posteriores a la carrera.
Joann Villeneuve
Mujer de Gilles Villeneuve, subcampeón en 1979, y madre del campeón de F1 de 1997, Jacques Villeneuve. Joann se contagió de la pasión de Gilles enseguida y la compartía tanto que se decidió a vivir todo el año en un motorhome junto a sus hijos, Jacques y Mélanie.
“Conocí a Gilles cuando tenía 16 años, así que no tuve una vida antes con la que comparar la mía. Para él era importante tener a los niños y a mí cerca todo el tiempo, así que viajábamos con él. Cuando los niños empezaron al colegio, él quería que yo estuviese en las carreras, así que viajaba y me aseguraba de que el lunes por la mañana volvía para estar con ellos”, comentó Joann en 2012 al periodista canadiense Norris McDonald.
“Tenía 19 años cuando tuve a Jacques, pero en esa época, con esa edad ya eras mucho más maduro que los jóvenes de 19 años de hoy en día. No era algo raro”, apuntó.
Sin embargo, esa pasión se cortó de forma momentánea –porque luego volvería de la mano de Jacques– con el fallecimiento de Gilles en 1982 tras un accidente en Zolder.
“Tenía 30 años y a dos niños pequeños cuando él murió, toda mi vida quedó destruida. Tuve rabia por que él me hubiera dejado, es un momento difícil y extraño. También tienes que entender que tienes lo que tienes por lo que él hizo. Tienes que cuidar de los niños y darles una vida normal y estable”, compartió.
Se cuenta que, tras la muerte de Gilles, llegaron durante años al buzón de Joann tarjetas de Ferrari cada Navidad, una muestra del aprecio que le tenía Enzo al piloto canadiense que murió luchando en uno de sus coches.
Dos años después de que se fuera Gilles, Jacques, que entonces tenía 13 años, le pidió permiso a su madre para seguir los pasos de su padre.
“Nunca intenté frenar a Gilles en su camino, así que… ¿por qué iba a detener a Jacques?”, reflexionó Joann.
Su madre se lo permitió con una condición: que sacara buenas notas en matemáticas –la asignatura que más se le ‘atravesaba’–. Dicho y hecho, pronto Jacques se aplicó y un año después comenzaba en el karting. El viaje de Jacques reavivó, de algún modo, la pasión de Joann por las carreras.
Sophie Kumpen
La pasión por el automovilismo no le viene a Max Verstappen en exclusiva de su padre, pues también corre gasolina por las venas de su familia materna. Sophie ha sido una gran piloto de karting, que compitió contra pilotos como Jenson Button y Giancarlo Fisichella y sorprendió al derrotar a futuros talentos de la F1 como Jarno Trulli en la edición 1995 del prestigioso Trofeo Margutti.
“Conozco bien a la madre de Max Verstappen”, comenta Christian Horner, el actual jefe de Max. “A menudo tenía que competir con ella en los campeonatos mundiales juveniles. Tenía mucho talento. Vencía al padre de Kevin Magnussen, a Giancarlo Fisichella y a Jarno Trulli; ganaba con facilidad a los grandes y estaba entre los diez mejores pilotos del mundo. Una parte de Max viene de Jos, pero también una parte proviene de su madre”, indica Horner.
A ella también le tocó recoger los platos rotos del fuerte carácter de Jos, del que se separó en 2008. Un día, cuando ya estaban divorciados, Max perdió una carrera en Italia. Tenía 15 años. La ira de su padre le hizo abandonarle en una gasolinera y fue ella la que acudió a buscar al niño.
Jos le echó del coche y le dijo que fuera a casa a pie. Max llamó a su madre para que le recogiera. Padre e hijo estuvieron sin hablarse una semana. Esto, según Max, le hizo fuerte y le sirvió de aprendizaje para la vida, sobre todo a su llegada a la F1. “Nadie fue tan duro conmigo como mi padre”, asegura el piloto de Red Bull.
Marilú Mendoza
Parte de la culpa de que México tenga un piloto hoy en la parrilla de F1 la tiene ella, la mamá de ‘Checo’ Pérez. “Es el alma de la casa y la que le ha dado fuerza y sustento a nuestros proyectos, incluido el de ‘Checo'”, asegura Antonio Pérez, padre de la criatura, en declaraciones al diario mexicano Excélsior.
Marilú, madre de tres, sostiene que los hijos son lo más importante en la vida. “Si tienes eso, lo demás llega sólo”, asegura esta mexicana. Por eso uno de los momentos más duros de su vida lo vivió al dejar marcharse a Sergio a Alemania para correr en la Fórmula BMW. Sin embargo, ver que años más tarde ha cumplido su sueño de llegar a la F1 y acompañarle es lo que más le llena.